La historia de Igor Lichnovsky relacionada con la II Guerra Mundial

Los abuelos del central huyeron de Austria a Chile para sobrevivir a la II Guerra Mundial. El padre de Igor, entonces bebé, iba oculto en una caja de zapatos

Rostro pálido, piel blaquecina, pelo rubio, ojos claros y nombre impronunciable. , un hombre que responde al perfil eslavo, nació y creció en Santiago de Chile como consecuencia de los laberintos de la vida. Muy joven fue apodado como El polaco por su exclusiva composición racial en el país sudamericano. El futbolista asume con naturalidad las vueltas del destino. Tranquilo, prudente y ordenado, Igor Lichnovsky llegó a Gijón con la firme convicción de crecer en combativa Liga española. No tenía sitio en el Oporto de Lopetegui, que le recomendó el Sporting como plataforma idónea para completar su proceso formativo.A sus 22 años, pocas cosas le sorprenden. Su prematura madurez le hizo padre con apenas 20 años. Cuenta con naturalidad la historia de su familia, ejemplo de las carambolas del destino. El joven central empezó a gestarse a medio camino entre Berlín y Praga. Su abuela era alemana y su abuelo de origen checoslovaco, de ahí su complicado apellido. Recién estallada la Segunda Guerra Mundial, la pareja buscó refugio en Austria, aunque a los pocos meses advirtieron que Viena pretendía ser uno de los primeros bastiones del régimen nazi. En plena huída y con la ciudad sitiada, trataron de escapar con su hijo recién nacido. Escondieron al padre de Lichnovsky en una caja de zapatos y cuando despertó estaba creciendo en Chile, al otro lado del charco, a miles de kilómetros de la crueldad de un conflicto bélico que arrasaba Europa con toda su virulencia. "Mi padre se marchó de su país sin condiciones, con fortuna y con lo puesto. Tenía sólo un año cuando abandonó Austria con mis abuelos. Todo salió bien y aquí estoy yo", cuenta con naturalidad el zaguero del Sporting.Una carrera por delante. Así se entiende la vida de Lichnovsky, un central enamorado de la Universidad de Chile, el equipo que lleva tatuado en el alma. Su irrupción fue tal que, a los 18 años, Sampaoli le convocó para la selección absoluta, donde llegó a debutar con buena nota. Desde entonces, no ha vuelto. El Oporto, de acuerdo con su política de cantera, advirtió la oportunidad de mercado e invirtió en torno a 5 millones en la operación del futbolista. En Gijón no le sonrió la fortuna. Fue el cuarto central en importancia para Abelardo, después de Luis Hernández, Jorge Meré y Vranjes -un central reconvertido a lateral-, aunque ahora tendrá otra de las oportunidades para destacar en el fútbol en las filas del Real Valladolid. Precisamente, debutó en la Liga española en El Molinón contra el Barcelona, disputó los 90 minutos y completó un encuentro extraordinario. No volvió a jugar. Lichnovsky no es hombre de planes a largo plazo. El día de su presentación en Mareo aseguró que su objetivo era "ayudar al equipo y sumar para lograr la salvación", sin más previsión que disfrutar del día a día en Gijón pese a que sus planes su fincionaron como el pensaba. Ahora en Pucela tiene la oportunidad para destacar en el mundo del fútbol.

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